Siete poemas ingeniosos de Oliverio Girondo

Poemas de conocer a nuevas

Tal vez ya nos toque En el hombro la mano que llama A la barca que no viene sino vacía; Y que en el mismo haz Ata lo que fuimos mutuamente Y la ajena suma universal de la vida. Te quiero a las diez de la mañana, de Jaime Sabines Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño. Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas.

Poemas de Amor Cortos

Nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de El buen acontecer de su familia le permitió saber Europa a temprana edad, donde vivió y estudió algunos años en Inglaterra y Francia. Allí conoció y estrechó lazos literarios y amistosos con poetas y artistas que lo introdujeron en los diversos círculos de las corrientes estéticas emergentes, como el surrealismo. Su conocimiento de los movimientos artísticos de vanguardia europeos lo llevó a investigar un estilo que revolucionaría la humanidades argentina. En hizo una breve escarceo en la dramaturgia y estrenó La madrastra, un drama escrito en asistencia con Zapata Quesada, su gran ñaño de la infancia y la lozanía. Juntos escribieron una segunda obra que nunca llegó a estrenarse. Girondo se recibió de abogado, pero nunca ejerció. El resultado de esos viajes se vio impreso en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, su primer poemario, editado en con ilustraciones del propio Girondo.

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Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa cheat sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, fault argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Y ahora la bajura del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. El estudio de la belleza es un duelo en que el artista da gritos de alarm antes de caer vencido.

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